Un Nuevo Paradigma

      1. Ser capitalista es un comportamiento

Capitalista es una palabra compleja. Pero a veces se afirma, con cierta razón, que uno es capitalista sólo por tener capital y, así, todos caemos en esa categoría con nuestra fuerza de trabajo, aunque no tengamos un centavo. Suena lógico, lingüísticamente. En cambio, sociológicamente ser capitalista ha sido mucho más que tener capital, es ante todo un comportamiento : lo que se hace con el capital y cómo se obtiene.

      Los marxistas reclaman que el capital son esos medios de pro-ducción poseídos por el capitalista de manera exclusiva ‒y no solo privada‒ para su propio provecho a costa de los demás. Ahí está el comportamiento del que hablamos, ciertamente poco ético : la acumulación exclusiva ; y otro más : la explotación laboral a los otros. 

      Así, es claro que un capitalista va más allá de la sola posesión de capital. Si éste se comportase contrario modo, sería llamado socialista, o comunista. Sin embargo, en los hechos, estos pueden comportarse incluso peor que un capitalista. Veamos por qué.

 2. ¿Comunismo o  capitalismo de Estado ?

El marxismo también denuncia que, mediante el salario, los trabajadores son despojados o enajenados de su mano de obra, su único capital. Su salario es apenas para el consumo, e insuficiente : no puede ser utilizado como capital o medio de producción. 

     Muchos comunistas han luchado para que los medios de producción pasen al Estado como un modo de socializarlos ; pero a ese Estado lo acapara una élite política como único propietario y patrón, y el pueblo es empleado a su servicio, lo que se dice un capitalismo de Estado. Así vemos un tercer comportamiento, capitalista y comunista : su ser antidemocrático.

     El comunista no es capitalista por querer recuperar su propio capital productivo, empezando por su mano de obra, incluso la tecnología y, claro, el dinero que mueve todo esto. Se convierte en capitalista cuando acapara todo este capital, se impone al trabajador, lo explota, y es parte de la "clase ociosa" 1 que vive y se enriquece del trabajo ajeno. Esto lo ha hecho tanto el capitalista como el comunista.

     3. Propiedad privada para todos

Surge entonces un conflicto con los anarquistas, quienes exigen que dichos medios de producción pasen a manos de los trabajadores, no al Estado. 

     Cuando Emiliano Zapata reclamaba, "la tierra es de quien la trabaja", no era un enunciado comunista ni capitalista, se inspiraba en el insurgente más lúcido de la revolución mexicana : el anarquista oaxaqueño Ricardo Flores Magón. 

     Obviamente, el capitalista levanta las cejas cuando comprende que dicha proclama se extiende más allá de la posesión de la tierra, hacia todos los medios de producción en el mundo del trabajo.

Una organización cooperativa, por ejemplo, aunque tenga capitales privados para sus actividades productivas, es lo opuesto a un capitalista ; y es más anarquista que comunista, pues no depende del Estado. Porque los trabajadores cooperativistas poseen en común los medios de producción, no son empleados, no tienen patrones y se gobiernan a sí mismos. Por eso, los capitalistas se ensañan tanto con los anarquistas, sus verdaderos opositores.

     4. Ni capitalismo ni comunismo

La propuesta del ingeniero escocés Clifford Douglas supera al capitalismo y al comunismo. Y tampoco es anarquista, porque sí requiere un gobierno. Plantea la propiedad privada para todos y no exclusiva de unos cuantos, propia de un Estado democrático : no al servicio de una élite política sino de todos los ciudadanos. 

     Él habla de Democracia Económica. Aquí todos tienen acceso al capital, y este capital está al servicio de la gente, ya sea que hablemos de trabajo, de tecnología o, por supuesto, de dinero. 

     En realidad, se trata de un nuevo paradigma social que supera todo lo vivido por la humanidad. Pero, entonces, lo interesante es : ¿cómo se logra esto ? 

      Douglas propone que haya dinero suficiente para todos. No obstante, los gobiernos han renunciado a la facultad de crear dinero, para cederla a los bancos privados y nos han endeudado con ellos. 

     Una manera de lograr dicha democracia económica, es aplicarla en la economía local. Y esto depende de la organización ciudadana, que sea realmente democrática. Por ello, muchas organizaciones en el mundo crean sus propios dineros y sistemas de financiamiento, como las monedas comunitarias, haciendo que la gente posea mayor capacidad de compra para adquirir los productos y servicios que necesita.

1 Thorstein VEBLEN, "Teoría de la clase ociosa", Mc Millan, Nueva York, 1899.